Quien dijo aquello de que antes de decir algo o actuar hay que contar hasta diez tenía mucha razón. Esta tarde iba yo conduciendo y en un cruce el coche de delante de paró en seco, hizo como que iba a tirar a la derecha y luego siguió recto. Empecé a berrear y a hacer aspavientos con las manos, solté un "
mecagoenlahostiamirapordondevas", y todo eso. Se notaba que estaban perdidos, iban frenando a cada rato. En el siguiente stop vi que en el asiento de detrás iba un bebé pequeñito sentado en el regazo de su abuela y que miraba hacia mi dirección sonriendo, y me dio pena de mi poca paciencia.
Llegamos a una rotonda y vi que paraban a una pareja de transeúntes pidiendo indicaciones, pero para variar por estos parajes, resultaron ser ingleses y los del coche eran españoles, así que no pudieron ayudarles. Yo les adelanté y fui unos metros hacia adelante, hasta que pensé que podría hacerme perdonar el desaire de hacía unos minutos. Paré, puse las luces de emergencia y bajé la ventanilla. Cuando pasaron a mi altura les pregunté si podía ayudarles.
El señor se alegró mucho porque al fin encontró a alguien que sabía español y me dijo que estaba perdido y que necesitaba llegar a una urbanización. Le expliqué como ir, realmente estábamos al lado, pero estaban tan desubicados que no paraban de dar vueltas sin saber realmente a dónde iban.
Me dieron las gracias mil veces y cada uno tiró por su lado. Me sentí bien por mi buena acción, pero también avergonzada por mi mala leche y mi poca paciencia. ¿Cuántas veces hemos pecado de impacientes en la carretera y hemos pitado o gritado a un anciano que tarda media hora en cruzar la calle, a una persona que está perdida y se para en todos los cruces o sencillamente a alguien que tiene un despiste y no se da cuenta de que el semáforo ya está en verde? No sé qué tiene el coche, que cada vez que montamos y arrancamos nos transformamos en unos seres impacientes, coléricos y sin sentimientos. Todos podemos tener un mal día, y no está bien cebarnos y pagar nuestro estrés con los demás.
Talvez si fuéramos un poquitos más tolerantes los unos con los otros, habría menos accidentes y desgracias. Yo de momento intentaré controlarme para la próxima vez.
P.D: No sé si vale la pena seguir traduciendo este blog en inglés, total todas las visitas que recibo son de países hispanohablantes...
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