Cronicas Romanas III
Al día siguiente nos levantamos tempranito, ya que teníamos entendido que las colas para entrar al poblao del Papa eran de órdago. Cogimos el metro y nos bajamos en la parada Ottaviano-Musei Vaticani, que tampoco es que esté precisamente enfrente, sino a unos diez minutos a pie. No teníamos ni idea de por dónde había que tirar, así que tomamos la decisión más fácil e inteligente en estos casos: seguir a la peña. Nos colocamos detrás de un grupo de monjitas y las seguimos (¿a dónde más iban a ir si parecían quinceañeras a punto de entrar a un concierto de Jonas Brothers, emocionadas, riendo histéricas y con la carpetita con pegatinas del Papa pegada al pecho?) Vale, he exagerado un poco con lo de la carpeta, pero se me entiende, ¿no?
La plaza de San Pedro es bastante bonita, pero me sorprendió que es bastante más pequeña de lo que parece en la TV
Al final la cola no era para tanto, no había tanta gente y avanzaba bastante rápido. En la entrada había un control como el de los aeropuertos, donde tenías que dejar tu equipaje en la cinta de rayos X. Con respecto a una duda que me planteó una amiga sobre el supuesto sex-appeal de los guardias del Vaticano: a no ser que te pongan los hombres barrigudos y de mediana edad, no. Por cierto, a modo de off topic, por toda Roma vendían unos calendarios de curas guapos que estuve a punto de llevarme (el de la portada estaba para comérselo) hasta que pensé que con qué cara le enseñaría eso a mis viejos o a las visitas...Por no hablar de que, estén buenos o no, no dejan de ser curas. Puajj, qué yuyu.
Después de dar unas vueltas por ahí y ver las tumbas de los papas, decidimos subirnos de una vez a la cúpula. La subida se realiza en dos tramos, uno por ascensor o subiendo a pie y el último de 320 escalones que hay que subir a pata sí o sí. Con ascensor son 7 euros y sin ascensor son 5. Vale la pena pagar dos euros más y ahorrarte 600 escalones, porque la segunda parte también tiene tela...Al principio vas subiendo, animada, viendo como te van marcando los escalones que te quedan. Luego llega un punto en que te metes en la parte más curvada de la cúpula y la pared obviamente también se curva, así que tienes que ir medio torcío, como esquivando balas a lo Matrix, you know what I mean?
Ahí fue cuando empecé a pasarlo mal. Sumad mi miedo a las alturas, más un leve ataquecillo de claustrofobia y angustia que me entró de estar subiendo esas escaleras más mi pésima forma física (a mitad de camino estaba echando el bofe por la boca, al borde del desmayo) Por si fuera poco según te vas acercando cada vez más al vértice de la cúpula, los escalones se van haciendo cada vez más estrechos, hasta que llega un punto en que tienes que subir casi de puntillas y en que por no caber no cabe ni una barandilla y hay una cuerda (!!!) para agarrarse. Justo ahí (cuando consideré rendirme) está por fin la salida:
Las vistas, como podéis ver, preciosas. Pero no lo pasé muy bien. Como dije antes, me dan miedo las alturas, y para terminar de joder la experiencia, el suelo de la parte exterior de la cúpula está como levemente inclinado hacia abajo, me daba como la impresión de que me iba cayendo hacia abajo (lo sé, paranoias mías) así que me pasé la mitad del tiempo agarrada a las paredes como una loca. Sólo me acercaba a la barandilla lo justo para sacar una foto y volver corriendo a agarrarme a la pared. Cuando ya tuvimos suficiente bajamos para abajo (porque está claro que no íbamos a bajar para arriba, digo yo, ¿no?) Qué distinto es subir 300 escalones a bajar otros 900, ¿eh? Ni punto de comparación.
Una vez abajo, entramos en la basílica y estuvimos curioseando un poco por ahí:
Salimos de ahí, y nos dirigimos hacia los Museos Vaticanos (el único que visitaríamos en todo el viaje) con la intención de ver la Capilla Sixtina. Del Vaticano a los museos hay unos 7 minutos a pie. Ahí pagamos los 15€ de la entrada y allá que fuimos. La estructura de la visita está muy bien planeada, para evitar que la gente se apiñe en la Capilla Sixtina y pase olímpicamente del resto (un poco nuestra intención, vamos a ser sinceras) Pero vimos obras de arte muy interesantes.
Lo malo es que yo los museos sólo soy capaz de disfrutarlos los 10 primeros minutos. Después de ese tiempo comienzo a aburrirme de ver tanto cuadro. Después del aburrimiento paso al agobio. Y después del agobio, si aún no he salido de ahí, paso directamente al enfado y me entran ganas de ponerme rajar todos los lienzos que encuentre por el camino. Digamos que para mí ir a un museo y tener que verlo todo es como entrar a una perfumería y oler todos los perfumes. Al final sales mareada, aturdida y asqueada. Pero vamos, que antes de ver la capilla dimos más vueltas que un tonto, hasta tal punto que llegué a la fase de agobio.
Cuando por fin pudimos entrar, estaba eso petao de gente, no había casi donde moverse. Todo el mundo mirando hacia el techo con cara de bobos, yo buscando la famosa escena del dedo, pensando que sería enorme, hasta que la encontré, super chiquitilla y descoloría ahí en medio del techo, y me llevé una gran decepción...Foto no hice, ni se podía ni me apeteció, francamente.
Después de eso salimos de ahí echando leches y nos fuimos a la parada de metro más cercana, que estaba donde Cristo se dejó el iPod (para variar) De ahí nos fuimos a la plaza de España:
Había mucho ambiente y muchas tiendas de ropa de marca. La zona parecía peatonal, pero algunos coches, como los taxis, tenían permitido el paso. En Roma primero están los coches, luego las personas. Después de ahí volvimos a la fontana de Trevi para hacerle las preceptivas fotos de día, y aprovechamos para comer ahí, llevábamos un montón de horas dando vueltas y estábamos muertas de hambre.
Desde ahí nos fuimos a pie hasta el Panteón de Agripa e hicimos unas cuantas fotos: